miércoles, 5 de noviembre de 2008

y para rematar...

la muerte quiso venir
a darse la vuelta un rato
a este desierto ingrato
y hacer a algunos morir.

pues pobre de la flaquita
que al llegar a la salada
estaba ya bien quemada
y reseca la boquita.

más no se rajó y ni madres,
no quiso salir corriendo:
“ni piensen que me ando yendo,
si ya ando haciendo comadres”.

y así la negra seguía
mientras los días pasaban,
las gentes se acostumbraban
a verla ya de cerquita.

la fuimos hasta queriendo
y nos fuimos olvidando
del temor, horror y miedo
que uno cree que va sembrando.

pero ella nunca olvidó
su plan eterno de muerte,
pensó para sí “¡qué suerte!
pa’ matar sí me gustó”.

se puso a matar a todos
los chicaleneses parejos:
que si pochos, que si viejos,
que si cholos y pankillos,
que si emos bien chiquillos,
que si listos y pendejos,
wannabes y ricachones,
políticos y estudiantes,
doñas bichis y en calzones,
infieles y sus amantes,
antreros, amargaditos,
presumidos y fileros,
batos feos y guapitos,
morras gachas y bien cueros,
incluso a lo más culeros
se los traía bien cortitos.

pero nadie se enteró
de las fechorías mortales,
éramos todos iguales
nomás que con más calor.

la catrina se quedó
cumpliendo su cometido
y se hizo aquí su panteón,
su paraíso perdido.

bien muertos estamos todos
y ninguno lo descubre,
el sol quema como lumbre,
no sentimos ni los codos,
pero nadie dice nada
del calor que se incrementa,
que hasta la madre nos mienta:
¡ya nos llevó la chingada!

y la muerte tan deseada

qué lenta se ve la vida
rebasan mis ganas su paso
avanza lento el sabor por la lengua
por la piel
las caricias se olvidan
se quejan

hay que esperar a vivirla
larga y completa
gris
matizada
hay que vestir este cuerpo
hay que decir lo pensado
mentir con palabras
usar los dedos
subir lo imposible
bajar lo impensable

hay que esperarte

amante de luna
de noche y silencio

amante sensual
de piel sin color y sueños eternos
deseo tu presencia
tu oscuro aliento en mi espalda
tus huesos viejos pesando sobre mi cuerpo

te quiero sentir
perfecta mujer que se queda para siempre
abrazar tu fuego con mi ausencia
abonar los días al destiempo
desaparecer en tus ojos

hacerte el amor en una eternidad compartida
en el vacío de la nada
llenarte de esta vida que detesto
avivar mi muerte con tu beso

no habré de esperar
no quiero
esperar a sentir la muerte viviendo
he de matarla
he de matar la vida para lograr tu encuentro

por aquello de los muertos y la muerte...

no te alejes de mí
pues
no te vayas tan lejos

que la hora llega
dicen
que el adiós es a fuerzas
lloro
pero te siento
cuando habitas en mi cuello
andando despacio como caricia
cuando elevas mis frazadas
mi respiración
mis ganas

cada noche tu mano en mi espalda
cada luna tu grito en mi garganta

no te alejes de mí
no
te quiero siempre en el limbo
desde allí no me dejas
estás cerca y te tengo
te prefiero pecador sin perdones
que ángel sin tu cuerpo de brisa

espero
como siempre
tu humedad en mis caminos
tu susurro en mi silencio

habítame
háblame sin voces
con sombras

mátame y llévame contigo
súmame a ti
revisa mis recorridos y haz recuento
merezco la muerte y el paraíso
que para mí el limbo a tu lado
es el cielo prometido

martes, 30 de septiembre de 2008

martes

dame tu sueño
que no brinque sobre mi esa materia
la tuya
esa
la que vibra sin remansos
la que actúa sin cautela

aléjala
¡ah!
dame el sueño de nuevo
abre la pluma
hastío de versos
de besos
¡de rezos!

dame del mar
la ola del fondo
la suave llovizna que deja la bruma
la otra mitad
el principio del infinito

que no quepa en mi el azul de tu cielo

abárcame
quema toda de una vez
el ala grande de mi certeza

anímate
anda
que yo muero sin morir al cabo
que no vivo por vivir al menos

aviéntame
que no caigo por perder
ni quiero

martes, 2 de septiembre de 2008

...

el tributo a la santa ausencia ha llegado.
nada más queda en este vacío lleno de nada.
y reviento en sonoros augurios de tinieblas.
nada hay en mi vida ahora.
nada hay que pueda rescatar y renovar.
es un renacimiento sin memoria el que está sucediendo.
es una nueva puerta al oscuro destino del resto de la vida.
nada en la sangre, porque me he quedado sin ella.
nada en el pecho ni en los ojos, vacíos de tus miradas ahora.
nada más que tu imagen bloqueada de mi mente,
rechazada a cada instante,
pero eterna en el corazón.

permito que la lluvia me congele, al fin que los abrazos ya no existen. ¿qué más da –pregunto- la lluvia ácida sobre mis hombros? si de cualquier forma sólo en huesos he quedado después de haberte entregado la piel con todo y sangre y vísceras y corazón y sensaciones. siento cómo lentamente el frío succiona la breve esperanza que existía en mis ojos. el ácido corroe el pasado sofocante, aniquila el presente doloroso. pero nada quema aquellos días. ni el frío asfixiante, ni el líquido fuego de mis lágrimas. no hay caso en que te llore, no se extingue tu recuerdo ni se diluye tu imagen entre las gotas saladas. no se borra la pintura de tus dedos en mi rostro ni tu lengua desaparece de mi espalda. no hay caso en que te llore, al fin que el dolor no se acaba.

no me destruyas más
no me destruyas más
no necesito más
¡no me destruyas más!

a paso lento acercas tu figura. tu rostro casi pegado al mío me absorbe. calculo que estamos a una nada de fundirnos y tu beso me aniquila. pausadamente recorres en espasmos cada pliegue de mis labios, y absurdamente intento quedarme con los tuyos para siempre. cauterizas los escapes de dolor líquido, dejándome soldada de los ojos. mis manos, sin embargo, siguen sujetas a tu cintura, pertenecen a ella. al menos eso creo, hasta que trato de apresarte más cerca y descubro que no hay nada. nuevamente el vacío del espacio sobre mí me recuerda tu ausencia. en sombras recorro la noche con los ojos, vacíos ya. secos.

ya no afiles las navajas,
ya no me haces daño cuando me las clavas.
ya no afiles los colmillos,
ya no me haces daño cuando me desangras.

de nuevo a rasgar mis brazos con las uñas al ras de una piel escarchada. siempre surge algún pedazo de filo; una ausente, hasta ese momento, rasgadura en la blanca piel olvidada por el sol. mi memoria retoza confundiéndose en planes futuros. son sólo recuerdos, algunos inventados. destila casi invisible la sangre sobre mis brazos enrojecidos por la furia frustrante de recordarte. esta vez las uñas no ayudaron lo suficiente, pero he sido armada con colmillos afilados. el dolor es extenso. los deseos de tu presencia me nublan el contexto. no sé lo que existe. no sé que no existes. te pienso en mis sienes y te escapas de mis manos. el vacío se llena, lentamente, de un cielo rojo que borra de una buena vez la imagen de tu rostro condensado. renacido. mortal.

ya no me destruyas
con tus mitomanías,
no rasgues mis alas que me duelen.
pastillas gigantes,
recámaras secretas
con luces obscenas,
¡sáquenme de aquí!

ya no me destruyas,
mejor desaparece,
¡no rasgues mis alas
que me duelen!

no me destruyas más
no me destruyas más
no necesito más
¡no me destruyas más!

ya no afiles las navajas,
ya no me haces daño cuando me las clavas.
ya no afiles los colmillos,
ya no me hacen daño cuando me los hundes.*
*zoé.nomedestruyas

viernes, 27 de junio de 2008

moco rojo

pinche vieja, ella tuvo la culpa. ¿qué necesidad tenía yo de andarla aguantando? ¡ni madres, qué! nada tiene qué ver conmigo ni yo con ella, y lo único que pasa es que está enchilada porque le regresé a su hijo buenoparanada, chamaco huevón que no sirvió más que para chingarme. nomás porque dejé de ser la pendeja que le aguantara sus babosadas. y bien que me lo dijo mi comadre: “comaye, ya estuvo, ¿no? el compadre nomás no, ya no se haga güey. mire, comaye, si quiere pues vaya y rómpale su madre a la vieja esa, y si se la llevan al bote pos yo veo cómo le hago para sacarla”. no, no quiero decir que ella me dio ideas, yo ya traía ganas y nomás me sentí fuerte, y pues orale, me le puse enfrente para ver si era tan machita así como por teléfono. de una cachetada no se salvaba la vieja. pero bueno, pues ya estando en el mitote y con el coraje que le traía, pues de la cachetada pasó al fregazo en los brazos, y como me regresó el golpe a la cara, pues ¡mocos! que le doy de patadas hasta tirarla al suelo. ¡ah, qué rico sentía! y más cuando llegó el baboso de su hijo y me quiso pegar también el güey, como si yo me fuera a dejar, si no soy la misma tonta de antes. yo no sé de dónde me salió la fuerza pero al pendejo lo arañé bien bonito de la cara y hasta le arranqué la camiseta, nomás gritaba el güey y se me dejaba venir, pero de una patada en los huevos lo tiré también, pinche güilo que no aguanta nada, drogadicto que apenas puede con su alma. con los dos en el piso me les dejé ir encima y les di de patadas. lástima que le siguieron, yo me estaba calmando ya, pero entonces se le ocurrió decir de cosas de mi chamaco y allí sí que me encabroné en serio, porque con mi chamaco no se meten aunque sean sus parientes. mi hijo nada tiene qué ver con las drogas de su padre, nada se mete ni anda de vago. ¡mi hijo es bueno y nada sacó de su padre! entonces sí, cuando me gritó la vieja que mi chamaco era un marihuano por mi culpa, entonces sí le partí su madre y de verdad que no sé de dónde me salió la fuerza pero hasta al cabrón le di tantos trancazos que lo dejé inconsciente. sentí como que se me metía el demonio o algo así, no podía detenerme. me detuve cuando sentí un chorro caliente por el cuello y pues era sangre que me salía de la nariz. ni sé si fue del golpe de la vieja o los fregazos que me alcanzó a dar su hijo o del puro coraje, pero entonces me sentí bien mareada y comencé a vomitar. ahí fue cuando llegó mi chamaco llorando, gritando, estaba bien asustado el pobre, no lo podía calmar, hasta me sentí bien mal por dejarlo verme así pero ya no tenía tiempo de esconderme o de decirle que se fuera con los amigos a jugar. la comadre venía atrás y me ayudó a calmarme y a caminar. me tuvieron que sacar de la casa a mojarme con la manguera, se me hace que yo no reaccionaba o algo así, nomás me acuerdo de la sangre en mi camiseta y de mi chamaco llorando. pobrecito, se me asustó mucho. se me hace que lo dejé traumado, empezó a llorar mucho desde ese día y no quiso ver a su papá ni a su abuela. qué bueno, por un lado, así ya no me lo maleducan. pero qué feo que tuviera que ver ese argüende, no tenía que andar viendo esas cosas, tiene doce años pero está chiquito. voy a tener que ser más calmada y menos bronca. pero ya qué, ya está malito. el otro día se me despertó en la madrugada llorando, hecho pipí y gritando que tenía un moco rojo que no lo dejaba respirar. hace dos días el moco rojo lo atacó otra vez y casi se me ahogaba del susto. ahora me dice el doctor que le están haciendo estudios, allí están metidos en esa sala, lo tienen con unos cables y le están marcando no sé qué cosas, como que le está viendo las neuronas o algo así. ya tengo aquí todo el día, estoy asustada. la última vez que me habló apenas le entendía, parecía un bebé de tres años y sólo decía: “¡oco, ma, oco jo, maaaa, oco, lole maaa!”. estoy asustada, estoy muy asustada. esto sí es para preocuparme, lo demás viene valiendo madres.

martes, 10 de junio de 2008

sangrando miel

vaciando la miel del obelisco estaba una abeja intacta, pura y nueva. yo trataba de mantenerme entre los aranceles de la lista y no encontraba cómo llegar a mis precios totales y definitivos. me desprendía los sesos tratando de trabajar como autómata, pero la abeja llamaba mi atención y la posaba en ella. yo buscándola me dejaba llevar. allí estaba mi concentración, en los largos pistilos del obelisco y la abeja purísima y amarilla que se llenaba de mieles sin saberlo siquiera. inocencia pura.

el obelisco fue un regalo de flores rojas, pero resultaron amarillas, más agradable aún en este sitio desértico. el patio contaba con varios especimenes de plantas, pero ninguna como ella. las abejas no se habían posado antes en mi jardín, hasta que el obelisco hizo su aparición.

los aranceles de pronto me asaltaban y carcomían y yo luchaba por prestarles atención. pero era estúpido intentarlo siquiera, pues sólo gastaba inútilmente el tiempo ya que no me concentraba en ellos a la vez que me perdía de preciosos instantes entre la abeja y el obelisco.

perdí un momento la atención porque recibí una llamada en donde me apresuraban con la lista de costos necesarios para el cobro de los servicios especializados, y me enfrasqué por unos minutos en las hojas hostigosas de números y más números.

después de unos minutos escuché un zumbido, un sonido de esos que hacen las cosas al cruzar el aire rápidamente, como cuando rompes algo con un palo y lo giras desde atrás de tu cuerpo hacia delante, ese rasgado del aire que se escucha letal. y voltee. abeja y flor tirados en el suelo, despedazados. trozos de pétalos por aquí y allá, alas de abeja separadas del cuerpo, ponzoña abandonada junto a los pistilos. y a unos pasos, caminando muy campechanamente, mi vecina. esa muchacha amargada que me detesta por razones que sólo ella conoce. yo no atiné a decir palabra, me quedé muda, y ella siguió contoneándose como arpía satisfecha, relamiendo sus instintos asesinos con la lengua de víbora alrededor de sus fauces. yo sorprendida, aterrorizada, tristemente miraba lo que antes llamaba mi atención y me alegraba la mañana.

fresca y florecida mañana deshecha, sangrando miel estaba ahora.

martes, 1 de abril de 2008

serpiente

hoy desperté siendo serpiente. ha pasado mucho tiempo desde la última vez que amanecí así. me gusta cuando eso sucede, talvez por eso no es tan seguido. o precisamente porque no es tan seguido me gusta.
me sentí muy relajada. quise mover un brazo para bajar el volumen de la música con la que despierto cada mañana y apenas logré remover un poco la curva de lo que sería mi espalda, esa parte de serpiente más gruesa y brillante. entonces me ví y comencé a escurrirme por la cama, a desenredarme de las sábanas, a enrollar las almohadas con el resto de mi cuerpo, versátil, flexible, grueso y liviano, hermoso, mientras me miraba, soberbia como buena serpiente, desde lo alto del cortinero.
no he sabido qué clase de serpiente soy pues no he encontrado ningún espejo. el del baño está muy alto y los azulejos de las paredes no me dejan sostenerme. tengo una especie de sustancia viscosa sobre mi piel, como aceite, es lo que me hace brillar, es muy delgada y no ensucia, las sábanas están limpias. es que eso me preocupa porque andar lavando no es una actividad que me fascine. de cualquier forma, no me interesa la clase de serpiente que sea, estoy disfrutando serlo y eso es lo importante.
me gusta enrollarme en las lámparas de piso e ir subiendo lentamente hasta llegar a la bombilla, y desenrollarme rápido hacia el suelo. la vez anterior que fui serpiente inventé un juego pero ya no lo recuerdo. por lo pronto, deslizarme por los sillones y pasar de la mesa a las sillas y luego subir a las alacenas y después acercarme a los anaqueles con los libros… ¡ah! eso es lo mejor. deslizarme por los anaqueles y tener la escala visual de los libros. estar con ellos. olerlos por dentro. pasar por encima, junto a ellos. rozarlos con todo mi cuerpo. es un ritual que me gusta comenzar pasando el medio día, cuando el sol entra de lleno por la ventana de la sala. me subo al gabinete, paso sobre la televisión, me estiro un poco y llego al extremo izquierdo del primer anaquel. me gusta llegar de ese lado porque allí están los libros pequeños, guardando la exquisitez de las grandes enciclopedias que están en el extremo derecho del tercer anaquel para el final. el delicioso banquete.
pasa el medio día y entonces empieza mi sensual travesía: me coloco encima de los primeros libros, los pequeños, y comienzo a reptar tan lentamente como me sea posible para sentir a lo largo de todo mi cuerpo cada pliegue de papel, de cartón de portada; sentir el filo de cada hoja y alcanzar a distinguir incluso sus calidades, las más delgadas de las más gruesas, las más finas, las más viejas. comprimo mi peso total en donde supongo se encontraría mi vientre, y despliego el cuerpo entero en toda su longitud en un movimiento sinuoso, lento, orgánico... orgásmico. llego al final del primer anaquel y me estiro para alcanzar el segundo. comienzo a percibir el aroma de los libros desgastados y gruesos de tamaño mediano que ocupan este sitio. el resto de mi cuerpo está terminando de disfrutar los pequeños. en este anaquel me gusta pegarme a un costado de los libros, sentir sus lomos en el mío. su piel dura y gruesa contraponerla a la mía, igual de dura, igual de gruesa. aquí hay distintos tamaños, y subo y bajo en oleajes apenas perceptibles para alcanzar a sentir en cada centímetro de mi cuerpo las orillas superiores de los lomos, en donde se concentran los aromas del papel. esta travesía por el segundo anaquel es sólo un espacio de relajamiento, un preámbulo para el desquiciante concierto de sensaciones que provocan las viejas y las nuevas enciclopedias en sus distintos volúmenes, los gruesos lomos brillantes, las gruesas hojas de papel couché, los rasposos separadores de amate, las rústicas hojas sueltas de la enciclopedia heredada desde el siglo antepasado, las hojas suaves y blancas de los nuevos diccionarios. llego al tercer anaquel y poso mi cabeza sobre el primer tomo de la enciclopedia de las ideas. casi puedo sentir que las miles de palabras escritas penetran en mi cuerpo, se soldan, se absorben. me contraigo sobre ellas, me comprimo y me muevo suavemente de lado a lado, sintiendo lo ancho de las hojas, sintiendo cada una de ellas entre mis escamas, y después me alargo, me deslizo lentamente hacia los lomos, suavemente, delicadamente. paso de las ideas a la gramática, a la lingüística, a la historia del hombre, a la historia de la naturaleza. sobre cada colección me paseo y deliciosamente me sumerjo en el placer de sentir sus formas en mi extenso cuerpo. recorro cada tomo, cada volumen, cada libro enorme de tamaño, enorme de saberes. cadenciosamente deslizo la serpiente de mi ser, la larga existencia de este día. orgásmico camino entre libros y palabras, anhelante recorrido. largo. extasiante. llego al final del tercer anaquel y me desplomo, agotada y ensoñando, hasta el suelo. me deslizo entonces cansada por la alfombra y me enrollo en el sillón hasta quedarme dormida.
es lo más excitante que encuentro de ser serpiente. es por eso que me gusta tanto. es por eso que casi nunca lo soy, seguramente, porque los mejores placeres se viven de a poco.
después de cenar he decidido pasar la noche en la tina del baño con la esperanza de amanecer mañana siendo delfín. nunca se sabe qué pueda suceder. nunca se sabe qué pueda traer de bueno lo que suceda.

viernes, 14 de marzo de 2008

capilla

he decidido otorgar mi fúnebre capilla a la buenaventura del destino. no sirve para nada más que para llenarse de basura. es húmeda, fría, sucia, no da miedo, no asusta. da nostalgia. hace tiempo entraba por sus ventanales una luz colorida, manchada de vida, de día, de otoño o de verano, de primavera. los colores transparentes, cálidos, arropaban las paredes, el yeso blanco y liso era cubierto por colores largos e iluminados, a diario. la cúpula, perfecta entonces, rodeada por el cinturón de azulejos marrones, parecía un nicho celestial de donde descenderían ángeles. la pila bautismal, una enorme concha de roca esculpida, una lisa piedra simulando el río de la verdad, rebosando un agua dulce y tan limpia que no necesitaba más bendición que la que surgía de la tierra misma, de donde era sustraída. sin más adornos que la luz transfigurada por los vitrales, los azulejos y la pila, esa capilla brindaba sosiego, era el reparo de mis desvaríos y de los de muchos. era la nube tranquila en donde descansar el alma. y sucedió que el pueblo fue arrasado por la lluvia. lloviendo sin parar durante muchos días y muchas noches, nosotros, pobladores de un vallecito pequeño y hundido, no pudimos más que huir hacia las montañas normalmente secas y ahora selváticas. nos resguardamos en cavernas, perdimos la cosecha, perdimos los hogares. perdimos algunas vidas. perdimos la esperanza. nuestra tierra fue inundada y debimos esperar muchos días más a que la tierra absorbiera el excedente del cielo. cielo caído en gotas. nunca se había mojado tanto la tierra. todo estaba húmedo, todo escurría. finalmente el sol ayudó a secar y buscamos entre los escombros algún rastro de nuestro pasado reciente. busqué en mi capilla. era mía porque yo la había construido, pero era de todos porque el hogar celestial no tiene un solo dueño, se comparte. apenas toqué el quicio y se derrumbó, madera hinchada. las placas de yeso caían solas, con el calor del sol se desprendían y se derrumbaban. la pila bautismal, antes pura y lisa, era ahora el resguardo de tierra, yeso, azulejos quebrados, cristales rotos, y una piedra de las paredes desprendidas le había quebrado una orilla. la cúpula, aquel hermoso nicho celestial, era ahora un espantoso cruce de luces amarillas, cegadoras, iluminando con ellas el desorden interior, el desgarre interior. caí de rodillas y lloré. mi capilla era lo único valioso en mi vida. no poseía en mi casa algo que no fuera indispensable, el catre, la estufa, algo de leña, una mesa hechiza. nada de eso valía para mí, mi hogar era la capilla, la que ahora no existía, la que se esforzaba por mantenerse en pie estando ya muerta. no sentía nada más que dolor dentro de lo que antes fuera el refugio de mis sueños y alegrías. los demás vinieron a ver y, afligidos, se persignaron en una despedida solemne, pues buscarían alojamiento en el pueblo vecino ahora que podían andar por los caminos. yo no pude salir. me llamaban, me abrazaban pidiéndome que los acompañara. pero yo no tenía nada qué hacer en otro pueblo. no había nada para mí allá, como no lo había aquí. decidí quedarme. todos se fueron. llegó la noche y el frío irrumpió en mis pensamientos. me albergué entre las capas de yeso, debajo de la pila. el día siguiente busqué alimento. algunos árboles y arbustos habían sobrevivido y me alimentaron por unos cuantos días. yo pretendía que nada pasaba y revivía los momentos vividos en la capilla, con los demás, en soledad, disfrutando de esa luz modesta, tímida y feliz. el frío siguió arreciando. ahora ya no puedo cubrirme con nada, se han perdido las mantas, el viento que llegó se ha llevado casi todo. quedamos yo y el cascarón accidentado. ya no es blanco, ya no es tranquilo, ya no sirve. mi pecho duele, suplica el dolor que lo termine. ya casi no puedo ver, ya no puedo moverme. respirar se ha vuelto un gran problema. no escucho ya el viento ni siquiera, tan sólo el gorgoreo de mis pulmones, de mi pecho atravesado. no tengo voz, tan sólo tengo frío. y nostalgia. ahora comprendo que la gracia de este espacio no estaba contenida en su interior, no era el yeso ni los azulejos ni los vitrales, ni siquiera la pila bautismal lo que brindaba esa paz, ese sosiego, esa celestial emoción de vida. no era la capilla en sí misma el paraíso. éramos todos, era yo en soledad, eran los demás acompañados, eran las palabras que cruzábamos dentro de ella, eran los cantos que entonábamos alabando al cielo. era la gracia del amor compartido lo que llenaba esta capilla, lo que brillaba. pero fui tan ciego, entumiendo mi mente con la idea de que la capilla era su interior sin ver que tan sólo era un contenedor. todos están lejos. yo aquí estoy muriendo. por eso he decidido otorgar mi fúnebre capilla a la buenaventura del destino. ya no sirve para nada. será el reparo de mi cuerpo. el reparo de mi alma, en cambio, lo buscaré en otra parte. lejos. muy lejos.

martes, 26 de febrero de 2008

a dueto

complicidad inherente
atenuada la histeria
remarcado el abismo

cuando se agotan palabras
sales de tu guarida
altiva y orgullosa
destruyes todo a tu paso

haces de mi día sol y luna
maravilla reflejada en tus lagos
cavidad perfecta para mi cuerpo escondido

conjugando estrofas
arrancas mi ropa
elixir de tu boca
igual a la locura
añorada en la zozobra

iguales manos
miradas
senos
ojos callados
risas de roble
sexo armonioso
labios multiplicados y pieles y besos

eternamente esperada
de mi mandíbula chorrean palabras

allanamiento furtivo de las palmas de tus manos
mis prófugas caderas asaltadas por tus labios
tus senos de cascada rebosados de mis ansias

se puede redimir
el pecado no cometido
las uñas no enterradas
el sueño nunca dicho

hormonas conjugadas
aromas repetidos
augurio de sombra acompañada
dulce reposo en pechos dormidos
tu cuerpo sumergido
a veces en el mío

eres yo y eres mía
mujer-mantra de mis sueños
molde de mis noches
resguardo de mi brisa

sueño que me arrojo a tus brazos
me deslizo entre tus piernas
me columpio abriendo paso
sosteniendo tu cabello

entrando despacio


sin vacilar te he penetrado


stephen y joelia, en disección