martes, 1 de abril de 2008

serpiente

hoy desperté siendo serpiente. ha pasado mucho tiempo desde la última vez que amanecí así. me gusta cuando eso sucede, talvez por eso no es tan seguido. o precisamente porque no es tan seguido me gusta.
me sentí muy relajada. quise mover un brazo para bajar el volumen de la música con la que despierto cada mañana y apenas logré remover un poco la curva de lo que sería mi espalda, esa parte de serpiente más gruesa y brillante. entonces me ví y comencé a escurrirme por la cama, a desenredarme de las sábanas, a enrollar las almohadas con el resto de mi cuerpo, versátil, flexible, grueso y liviano, hermoso, mientras me miraba, soberbia como buena serpiente, desde lo alto del cortinero.
no he sabido qué clase de serpiente soy pues no he encontrado ningún espejo. el del baño está muy alto y los azulejos de las paredes no me dejan sostenerme. tengo una especie de sustancia viscosa sobre mi piel, como aceite, es lo que me hace brillar, es muy delgada y no ensucia, las sábanas están limpias. es que eso me preocupa porque andar lavando no es una actividad que me fascine. de cualquier forma, no me interesa la clase de serpiente que sea, estoy disfrutando serlo y eso es lo importante.
me gusta enrollarme en las lámparas de piso e ir subiendo lentamente hasta llegar a la bombilla, y desenrollarme rápido hacia el suelo. la vez anterior que fui serpiente inventé un juego pero ya no lo recuerdo. por lo pronto, deslizarme por los sillones y pasar de la mesa a las sillas y luego subir a las alacenas y después acercarme a los anaqueles con los libros… ¡ah! eso es lo mejor. deslizarme por los anaqueles y tener la escala visual de los libros. estar con ellos. olerlos por dentro. pasar por encima, junto a ellos. rozarlos con todo mi cuerpo. es un ritual que me gusta comenzar pasando el medio día, cuando el sol entra de lleno por la ventana de la sala. me subo al gabinete, paso sobre la televisión, me estiro un poco y llego al extremo izquierdo del primer anaquel. me gusta llegar de ese lado porque allí están los libros pequeños, guardando la exquisitez de las grandes enciclopedias que están en el extremo derecho del tercer anaquel para el final. el delicioso banquete.
pasa el medio día y entonces empieza mi sensual travesía: me coloco encima de los primeros libros, los pequeños, y comienzo a reptar tan lentamente como me sea posible para sentir a lo largo de todo mi cuerpo cada pliegue de papel, de cartón de portada; sentir el filo de cada hoja y alcanzar a distinguir incluso sus calidades, las más delgadas de las más gruesas, las más finas, las más viejas. comprimo mi peso total en donde supongo se encontraría mi vientre, y despliego el cuerpo entero en toda su longitud en un movimiento sinuoso, lento, orgánico... orgásmico. llego al final del primer anaquel y me estiro para alcanzar el segundo. comienzo a percibir el aroma de los libros desgastados y gruesos de tamaño mediano que ocupan este sitio. el resto de mi cuerpo está terminando de disfrutar los pequeños. en este anaquel me gusta pegarme a un costado de los libros, sentir sus lomos en el mío. su piel dura y gruesa contraponerla a la mía, igual de dura, igual de gruesa. aquí hay distintos tamaños, y subo y bajo en oleajes apenas perceptibles para alcanzar a sentir en cada centímetro de mi cuerpo las orillas superiores de los lomos, en donde se concentran los aromas del papel. esta travesía por el segundo anaquel es sólo un espacio de relajamiento, un preámbulo para el desquiciante concierto de sensaciones que provocan las viejas y las nuevas enciclopedias en sus distintos volúmenes, los gruesos lomos brillantes, las gruesas hojas de papel couché, los rasposos separadores de amate, las rústicas hojas sueltas de la enciclopedia heredada desde el siglo antepasado, las hojas suaves y blancas de los nuevos diccionarios. llego al tercer anaquel y poso mi cabeza sobre el primer tomo de la enciclopedia de las ideas. casi puedo sentir que las miles de palabras escritas penetran en mi cuerpo, se soldan, se absorben. me contraigo sobre ellas, me comprimo y me muevo suavemente de lado a lado, sintiendo lo ancho de las hojas, sintiendo cada una de ellas entre mis escamas, y después me alargo, me deslizo lentamente hacia los lomos, suavemente, delicadamente. paso de las ideas a la gramática, a la lingüística, a la historia del hombre, a la historia de la naturaleza. sobre cada colección me paseo y deliciosamente me sumerjo en el placer de sentir sus formas en mi extenso cuerpo. recorro cada tomo, cada volumen, cada libro enorme de tamaño, enorme de saberes. cadenciosamente deslizo la serpiente de mi ser, la larga existencia de este día. orgásmico camino entre libros y palabras, anhelante recorrido. largo. extasiante. llego al final del tercer anaquel y me desplomo, agotada y ensoñando, hasta el suelo. me deslizo entonces cansada por la alfombra y me enrollo en el sillón hasta quedarme dormida.
es lo más excitante que encuentro de ser serpiente. es por eso que me gusta tanto. es por eso que casi nunca lo soy, seguramente, porque los mejores placeres se viven de a poco.
después de cenar he decidido pasar la noche en la tina del baño con la esperanza de amanecer mañana siendo delfín. nunca se sabe qué pueda suceder. nunca se sabe qué pueda traer de bueno lo que suceda.