viernes, 27 de junio de 2008

moco rojo

pinche vieja, ella tuvo la culpa. ¿qué necesidad tenía yo de andarla aguantando? ¡ni madres, qué! nada tiene qué ver conmigo ni yo con ella, y lo único que pasa es que está enchilada porque le regresé a su hijo buenoparanada, chamaco huevón que no sirvió más que para chingarme. nomás porque dejé de ser la pendeja que le aguantara sus babosadas. y bien que me lo dijo mi comadre: “comaye, ya estuvo, ¿no? el compadre nomás no, ya no se haga güey. mire, comaye, si quiere pues vaya y rómpale su madre a la vieja esa, y si se la llevan al bote pos yo veo cómo le hago para sacarla”. no, no quiero decir que ella me dio ideas, yo ya traía ganas y nomás me sentí fuerte, y pues orale, me le puse enfrente para ver si era tan machita así como por teléfono. de una cachetada no se salvaba la vieja. pero bueno, pues ya estando en el mitote y con el coraje que le traía, pues de la cachetada pasó al fregazo en los brazos, y como me regresó el golpe a la cara, pues ¡mocos! que le doy de patadas hasta tirarla al suelo. ¡ah, qué rico sentía! y más cuando llegó el baboso de su hijo y me quiso pegar también el güey, como si yo me fuera a dejar, si no soy la misma tonta de antes. yo no sé de dónde me salió la fuerza pero al pendejo lo arañé bien bonito de la cara y hasta le arranqué la camiseta, nomás gritaba el güey y se me dejaba venir, pero de una patada en los huevos lo tiré también, pinche güilo que no aguanta nada, drogadicto que apenas puede con su alma. con los dos en el piso me les dejé ir encima y les di de patadas. lástima que le siguieron, yo me estaba calmando ya, pero entonces se le ocurrió decir de cosas de mi chamaco y allí sí que me encabroné en serio, porque con mi chamaco no se meten aunque sean sus parientes. mi hijo nada tiene qué ver con las drogas de su padre, nada se mete ni anda de vago. ¡mi hijo es bueno y nada sacó de su padre! entonces sí, cuando me gritó la vieja que mi chamaco era un marihuano por mi culpa, entonces sí le partí su madre y de verdad que no sé de dónde me salió la fuerza pero hasta al cabrón le di tantos trancazos que lo dejé inconsciente. sentí como que se me metía el demonio o algo así, no podía detenerme. me detuve cuando sentí un chorro caliente por el cuello y pues era sangre que me salía de la nariz. ni sé si fue del golpe de la vieja o los fregazos que me alcanzó a dar su hijo o del puro coraje, pero entonces me sentí bien mareada y comencé a vomitar. ahí fue cuando llegó mi chamaco llorando, gritando, estaba bien asustado el pobre, no lo podía calmar, hasta me sentí bien mal por dejarlo verme así pero ya no tenía tiempo de esconderme o de decirle que se fuera con los amigos a jugar. la comadre venía atrás y me ayudó a calmarme y a caminar. me tuvieron que sacar de la casa a mojarme con la manguera, se me hace que yo no reaccionaba o algo así, nomás me acuerdo de la sangre en mi camiseta y de mi chamaco llorando. pobrecito, se me asustó mucho. se me hace que lo dejé traumado, empezó a llorar mucho desde ese día y no quiso ver a su papá ni a su abuela. qué bueno, por un lado, así ya no me lo maleducan. pero qué feo que tuviera que ver ese argüende, no tenía que andar viendo esas cosas, tiene doce años pero está chiquito. voy a tener que ser más calmada y menos bronca. pero ya qué, ya está malito. el otro día se me despertó en la madrugada llorando, hecho pipí y gritando que tenía un moco rojo que no lo dejaba respirar. hace dos días el moco rojo lo atacó otra vez y casi se me ahogaba del susto. ahora me dice el doctor que le están haciendo estudios, allí están metidos en esa sala, lo tienen con unos cables y le están marcando no sé qué cosas, como que le está viendo las neuronas o algo así. ya tengo aquí todo el día, estoy asustada. la última vez que me habló apenas le entendía, parecía un bebé de tres años y sólo decía: “¡oco, ma, oco jo, maaaa, oco, lole maaa!”. estoy asustada, estoy muy asustada. esto sí es para preocuparme, lo demás viene valiendo madres.

martes, 10 de junio de 2008

sangrando miel

vaciando la miel del obelisco estaba una abeja intacta, pura y nueva. yo trataba de mantenerme entre los aranceles de la lista y no encontraba cómo llegar a mis precios totales y definitivos. me desprendía los sesos tratando de trabajar como autómata, pero la abeja llamaba mi atención y la posaba en ella. yo buscándola me dejaba llevar. allí estaba mi concentración, en los largos pistilos del obelisco y la abeja purísima y amarilla que se llenaba de mieles sin saberlo siquiera. inocencia pura.

el obelisco fue un regalo de flores rojas, pero resultaron amarillas, más agradable aún en este sitio desértico. el patio contaba con varios especimenes de plantas, pero ninguna como ella. las abejas no se habían posado antes en mi jardín, hasta que el obelisco hizo su aparición.

los aranceles de pronto me asaltaban y carcomían y yo luchaba por prestarles atención. pero era estúpido intentarlo siquiera, pues sólo gastaba inútilmente el tiempo ya que no me concentraba en ellos a la vez que me perdía de preciosos instantes entre la abeja y el obelisco.

perdí un momento la atención porque recibí una llamada en donde me apresuraban con la lista de costos necesarios para el cobro de los servicios especializados, y me enfrasqué por unos minutos en las hojas hostigosas de números y más números.

después de unos minutos escuché un zumbido, un sonido de esos que hacen las cosas al cruzar el aire rápidamente, como cuando rompes algo con un palo y lo giras desde atrás de tu cuerpo hacia delante, ese rasgado del aire que se escucha letal. y voltee. abeja y flor tirados en el suelo, despedazados. trozos de pétalos por aquí y allá, alas de abeja separadas del cuerpo, ponzoña abandonada junto a los pistilos. y a unos pasos, caminando muy campechanamente, mi vecina. esa muchacha amargada que me detesta por razones que sólo ella conoce. yo no atiné a decir palabra, me quedé muda, y ella siguió contoneándose como arpía satisfecha, relamiendo sus instintos asesinos con la lengua de víbora alrededor de sus fauces. yo sorprendida, aterrorizada, tristemente miraba lo que antes llamaba mi atención y me alegraba la mañana.

fresca y florecida mañana deshecha, sangrando miel estaba ahora.